Durante el pasado siglo XX, prácticas como el monocultivo y un mayor uso de pesticidas y fertilizantes, lograron que los rendimientos de los cultivos en todo el mundo aumentaran de manera constante. Este incremento en la productividad agrícola, bajo la bandera de la llamada "revolución verde" se hizo a un costo significativo: calidades degradadas de suelos, pérdida de biodiversidad y disminución de resistencia a plagas. Al mismo tiempo, el aumento de la contaminación por pesticidas y fertilizantes en los suelos y las aguas subterráneas puso el medio ambiente y la salud humana en situación de riesgo[1].
La revolución verde dejó una gran lista de lecciones aprendidas, sobre todo en el campo de la sostenibilidad. Con la amenaza creciente del cambio climático, se le añadió otro elemento a la ecuación, y es el de cómo adaptar los sistemas agrícolas a las variabilidades y cambios en el clima, mientras que se reducen las emisiones de gases efecto invernadero del sector agropecuario.
La FAO acuñó el término climate-smart agriculture en el año 2010, bajo los principios de aumentar de forma sostenible la productividad, generar resilienciafrente al cambio climático (adaptación) y reducir/eliminar (mitigar) emisiones de gases de efecto invernadero cuando sea posible. Es un concepto que reúne lecciones aprendidas de otros enfoques agrícolas y de desarrollo sostenible de las últimas décadas.
El adjetivo ‘smart’ no ha estado exento de controversias, y cuando se traduce literal al español puede llegar a malinterpretarse por algunos actores del sector agropecuario; pero hay que tener en cuenta que cuando se habla de agricultura ‘climáticamente inteligente’ (ACI) no es un tema de ‘coeficiente intelectual’ agropecuario, sino de la habilidad de, entre una serie de opciones o prácticas disponibles en determinado contexto, escoger la que mayores co-beneficios ofrezca, teniendo siempre como principio los tres pilares: productividad, adaptación, mitigación.
Por eso, cuando se habla de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima (ASAC) en definitiva se habla de climate-smart agriculture: que se refiere a la promoción de buenas prácticas agrícolas, que aumenten la productividad de manera sostenible (tanto en términos de manejo agronómico como de emisión de gases de efecto invernadero) y que logren adaptarse a los cambios y la variabilidad del clima. Por ello, tanto ASAC como ACI son definiciones alternativas de este concepto. Es así como no es cuestión de escoger entre uno y otro término, sino por el contrario, de reconocer que con ambos nos referimos a lo mismo.
Finalmente, vale recordar que ASAC tiene tres características esenciales: (i) un enfoque explícito en cambio climático; (ii) la búsqueda de sinergias y la negociación de disyuntivas en la búsqueda de resultados de productividad, adaptación y mitigación desde una perspectiva de paisaje o sistema más amplia; y (iii) la disponibilidad de nuevas oportunidades de financiación para el desarrollo agrícola. Estas tres características buscan que la agricultura sea realmente sostenible y presta a adaptarse al clima cambiante para responder al reto global de incrementar la seguridad alimentaria en las poblaciones rurales más vulnerables.Conozca más sobre ASAC en este enlace.
La ASAC invita a considerar estos tres objetivos a diferentes escalas (desde la finca al paisaje), en diferentes niveles (desde lo local hasta lo global) y en líneas de tiempo cortas y largas, teniendo en cuenta las particularidades y prioridades nacionales y locales. CCAFS Aplica este enfoque de manera participativa con las comunidades, siendo estas quienes deciden e implementan las prácticas que mayores co-beneficios les pueden ofrecer, basándose en la planificación e identificación de principales vulnerabilidades y priodidades.
Durante el pasado siglo XX, prácticas como el monocultivo y un mayor uso de pesticidas y fertilizantes, lograron que los rendimientos de los cultivos en todo el mundo aumentaran de manera constante. Este incremento en la productividad agrícola, bajo la bandera de la llamada "revolución verde" se hizo a un costo significativo: calidades degradadas de suelos, pérdida de biodiversidad y disminución de resistencia a plagas. Al mismo tiempo, el aumento de la contaminación por pesticidas y fertilizantes en los suelos y las aguas subterráneas puso el medio ambiente y la salud humana en situación de riesgo[1].
La revolución verde dejó una gran lista de lecciones aprendidas, sobre todo en el campo de la sostenibilidad. Con la amenaza creciente del cambio climático, se le añadió otro elemento a la ecuación, y es el de cómo adaptar los sistemas agrícolas a las variabilidades y cambios en el clima, mientras que se reducen las emisiones de gases efecto invernadero del sector agropecuario.
La FAO acuñó el término climate-smart agriculture en el año 2010, bajo los principios de aumentar de forma sostenible la productividad, generar resilienciafrente al cambio climático (adaptación) y reducir/eliminar (mitigar) emisiones de gases de efecto invernadero cuando sea posible. Es un concepto que reúne lecciones aprendidas de otros enfoques agrícolas y de desarrollo sostenible de las últimas décadas.
El adjetivo ‘smart’ no ha estado exento de controversias, y cuando se traduce literal al español puede llegar a malinterpretarse por algunos actores del sector agropecuario; pero hay que tener en cuenta que cuando se habla de agricultura ‘climáticamente inteligente’ (ACI) no es un tema de ‘coeficiente intelectual’ agropecuario, sino de la habilidad de, entre una serie de opciones o prácticas disponibles en determinado contexto, escoger la que mayores co-beneficios ofrezca, teniendo siempre como principio los tres pilares: productividad, adaptación, mitigación.
Por eso, cuando se habla de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima (ASAC) en definitiva se habla de climate-smart agriculture: que se refiere a la promoción de buenas prácticas agrícolas, que aumenten la productividad de manera sostenible (tanto en términos de manejo agronómico como de emisión de gases de efecto invernadero) y que logren adaptarse a los cambios y la variabilidad del clima. Por ello, tanto ASAC como ACI son definiciones alternativas de este concepto. Es así como no es cuestión de escoger entre uno y otro término, sino por el contrario, de reconocer que con ambos nos referimos a lo mismo.
Finalmente, vale recordar que ASAC tiene tres características esenciales: (i) un enfoque explícito en cambio climático; (ii) la búsqueda de sinergias y la negociación de disyuntivas en la búsqueda de resultados de productividad, adaptación y mitigación desde una perspectiva de paisaje o sistema más amplia; y (iii) la disponibilidad de nuevas oportunidades de financiación para el desarrollo agrícola. Estas tres características buscan que la agricultura sea realmente sostenible y presta a adaptarse al clima cambiante para responder al reto global de incrementar la seguridad alimentaria en las poblaciones rurales más vulnerables.Conozca más sobre ASAC en este enlace.
La ASAC invita a considerar estos tres objetivos a diferentes escalas (desde la finca al paisaje), en diferentes niveles (desde lo local hasta lo global) y en líneas de tiempo cortas y largas, teniendo en cuenta las particularidades y prioridades nacionales y locales. CCAFS Aplica este enfoque de manera participativa con las comunidades, siendo estas quienes deciden e implementan las prácticas que mayores co-beneficios les pueden ofrecer, basándose en la planificación e identificación de principales vulnerabilidades y priodidades.
Durante el pasado siglo XX, prácticas como el monocultivo y un mayor uso de pesticidas y fertilizantes, lograron que los rendimientos de los cultivos en todo el mundo aumentaran de manera constante. Este incremento en la productividad agrícola, bajo la bandera de la llamada "revolución verde" se hizo a un costo significativo: calidades degradadas de suelos, pérdida de biodiversidad y disminución de resistencia a plagas. Al mismo tiempo, el aumento de la contaminación por pesticidas y fertilizantes en los suelos y las aguas subterráneas puso el medio ambiente y la salud humana en situación de riesgo[1].
La revolución verde dejó una gran lista de lecciones aprendidas, sobre todo en el campo de la sostenibilidad. Con la amenaza creciente del cambio climático, se le añadió otro elemento a la ecuación, y es el de cómo adaptar los sistemas agrícolas a las variabilidades y cambios en el clima, mientras que se reducen las emisiones de gases efecto invernadero del sector agropecuario.
La FAO acuñó el término climate-smart agriculture en el año 2010, bajo los principios de aumentar de forma sostenible la productividad, generar resilienciafrente al cambio climático (adaptación) y reducir/eliminar (mitigar) emisiones de gases de efecto invernadero cuando sea posible. Es un concepto que reúne lecciones aprendidas de otros enfoques agrícolas y de desarrollo sostenible de las últimas décadas.
El adjetivo ‘smart’ no ha estado exento de controversias, y cuando se traduce literal al español puede llegar a malinterpretarse por algunos actores del sector agropecuario; pero hay que tener en cuenta que cuando se habla de agricultura ‘climáticamente inteligente’ (ACI) no es un tema de ‘coeficiente intelectual’ agropecuario, sino de la habilidad de, entre una serie de opciones o prácticas disponibles en determinado contexto, escoger la que mayores co-beneficios ofrezca, teniendo siempre como principio los tres pilares: productividad, adaptación, mitigación.
Por eso, cuando se habla de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima (ASAC) en definitiva se habla de climate-smart agriculture: que se refiere a la promoción de buenas prácticas agrícolas, que aumenten la productividad de manera sostenible (tanto en términos de manejo agronómico como de emisión de gases de efecto invernadero) y que logren adaptarse a los cambios y la variabilidad del clima. Por ello, tanto ASAC como ACI son definiciones alternativas de este concepto. Es así como no es cuestión de escoger entre uno y otro término, sino por el contrario, de reconocer que con ambos nos referimos a lo mismo.
Finalmente, vale recordar que ASAC tiene tres características esenciales: (i) un enfoque explícito en cambio climático; (ii) la búsqueda de sinergias y la negociación de disyuntivas en la búsqueda de resultados de productividad, adaptación y mitigación desde una perspectiva de paisaje o sistema más amplia; y (iii) la disponibilidad de nuevas oportunidades de financiación para el desarrollo agrícola. Estas tres características buscan que la agricultura sea realmente sostenible y presta a adaptarse al clima cambiante para responder al reto global de incrementar la seguridad alimentaria en las poblaciones rurales más vulnerables.Conozca más sobre ASAC en este enlace.
La ASAC invita a considerar estos tres objetivos a diferentes escalas (desde la finca al paisaje), en diferentes niveles (desde lo local hasta lo global) y en líneas de tiempo cortas y largas, teniendo en cuenta las particularidades y prioridades nacionales y locales. CCAFS Aplica este enfoque de manera participativa con las comunidades, siendo estas quienes deciden e implementan las prácticas que mayores co-beneficios les pueden ofrecer, basándose en la planificación e identificación de principales vulnerabilidades y priodidades.
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